jueves, 29 de marzo de 2012

Campeonatos de los barrios


  Si hubo un torneo de boxeo que siempre contó con la masiva adhesión popular, fueron los recordados Campeonatos de los Barrios, organizados por diario El Tribuno desde 1964 hasta la fecha. Bien publicitado en sus páginas de deporte, desfilaron multitudes por sus diferentes ediciones celebradas en el desaparecido Salta Club y el Delmi. Por supuesto, los mismos dejaron un venero inagotable de anécdotas. En la última edición realizada en el Delmi, la changada de Campo Quijano trajo “su pollo”, un mediano de apellido Espinosa, “bolita” él. Como siempre, nunca faltaban los “comedidos” o “entrometidos” de siempre, para estos casos. El personaje de marras era un entusiasta “puntero” de una barriada vecina, cuya actividad había quedado vacante por haber sido eliminados todos sus pupilos. Pero él, tenía que mostrarse en un rincón, encontrando siempre la oportunidad de “figurar” como un miembro prominente de la colonia boxística barrial. Esta vez “pescó” a los “quijanenses” para ofrecerles sus experimentados servicios, y en la esquina “roja” del “bolita” logró aparecer una vez más, para satisfacer su “ego”, la que sería también la última. En un momento bajó la pequeña escalera y si dirigió a la mesa al costado del ring donde me encontraba yo junto al anunciador, que no era otro que José Alejandro Rivera, popularmente conocido como “Mortadela”. El “comedido” me encaró, pidiéndome que a su pupilo lo anunciara como “Rocky”, en clara alusión a Stallone, astro del boxeo en las pantallas cinematográficas en esos momentos y que aun siendo pura ficción, todos querían emular sus doradas hazañas sobre el ring. Dio las gracias y retornó al rincón. Al “bolita” Espinosa no se le veía bien la cara debido al cabezal negro que se la cubría. Espinosa esperaba nervioso, chocando sus guantes como si aplaudiera, esperando el momento de su presentación. Y éste llegó y cuando ello se produjo, el “bolita” Espinosa giró sobre sí mismo y le clavó una mirada asesina al “comedido”, un morocho menudo que usaba anteojos. La voz del presentador “Mortadela” restalló en el estadio cuando expresó: “en el rincón rojo Juan “Diablada de Oruro” Espinosa. El “comedido” esta vez no usó la escalerita, pegó un atlético salto para desaparecer de la escena y tal vez del estadio. El crédito de Quijano, que llegaba precedido de ser tremendo noqueador, se diluyó y desde la tribuna llegaban voces de aliento: “Pelíalo Diablada, pelíalo, no le tenguí miedo” y expresiones similares.
Pero en el “bolita” no había nada de Rocky, si mucho de Diablada porque cuando le quitaron el protector de la cabeza, realmente no necesitaba ponerse las escalofriantes máscaras que portan los miembros de la “Real Diablada”. Y así pasó a la historia de los recuerdos para olvidar el mentado crédito de Quijano, que se ganaba la vida como ayudante mecánico, pero los changos lo “engancharon” porque el orureño era “fisicudo y fuerte”, y le hicieron creer con que eso bastaba para coronarse campeón.

  Mientras esto acontecía, “MortadelaRivera sufría una severa sanción aplicada por la Comisión Municipal de Box, por inconducta deportiva. El popular “MortadelaRivera había iniciado su tránsito profesional en el curso de 1986, obteniendo excelentes resultados. Asomaba como una interesante promesa en el futuro, pero una falla garrafal del promotor de entonces, aceptando éste una pelea con el santafesino Julio César Vázquez (foto), otro iniciado el mismo año. Nadie sabía nada de él, otro error de la promoción, que ignoraba quien era quien en el país. Se informó que era “nuevito”, lo cual era verídico, ay que solo había protagonizado cuatro peleas: 07/06/1986, ganó por puntos seis en el Luna Park, a Antonio M. Chancalay: 04/07/86, GAb.1 a Eusebio Escalante; 08/08/86 GKO2 a José Luis Díaz; 12/09/86 GKO2 a José M. Carabajal, estos tres últimos combates celebrados en Santa Fe, su ciudad natal. El viernes 28 de noviembre del mismo año se presentó en Salta ante otra grande promesa salteña: Alejandro “Mortadela” Rivera. Todos esperaban la victoria de Rivera por fuera de combate, aunque todo culminó en el segundo asalto cuando Vázquez lo noqueó de manera espectacular. Ya en la primera vuelta se preveía el rápido desenlace a favor del visitante. Excelente victoria del santafesino, la cuarta en su campaña antes del límite en cinco actuaciones.
El desfasaje de “mortadela”
  “Mortadela” retornó a la platea bien bañado y perfumado cuando se le acercó alguien y lo “empuó”, diciéndole que el árbitro lo había hecho perder a propósito. El alcahuete le señaló donde estaba sentado el pobre hombre, hacia allí partió y le aplicó un tremendo derechazo, dejándolo nocaut. Injusta agresión y los uniformados procedieron a “encanarlo” como correspondía. Pero la pregunta surgió sola entre los más avezados en estas cuestiones. Todos concluyeron en que “Mortadela” aún estaba bajo los efectos del “nocaut” y comentaron después que recién recuperó la consciencia en la “canaria”, ignorando por completo el hecho protagonizado. La Comisión Municipal de Box actuó de oficio y le aplicó una dura sanción de cuatro años y un mes. Esto significó lisa y llanamente su “retiro” del boxeo. En ese espacio de vacaciones forzadas, colaboraba como anunciador en el Boxeo de los Barrios, y era quien “bautizaba” a los boxeadores participantes como lo hizo con “Diablada de Oruro” Espinosa.
El ascendente Vázquez campeón mundial
  El santafesino enhebró una sensacional serie de 30 combates invicto, hasta que el 13 de junio de 1991 perdió el invicto ante otro gran conocido de los salteños, el negro Verno J. Phillips, por descalificación en el sexto asalto. Se repuso y retomó la senda del triunfo y el 21 de diciembre de 1992, en Ferrocarril Oeste, derrotó por “nocaut” en el primer round al japonés Hitoshi Kamiyama, clasificándose campeón mundial súper de la AMB. Efectuó varias defensas de la corona que el 4 de marzo de 1995, en Atlantic City, perdió por puntos en doce vueltas con Pernell Whitaker, de Estados Unidos. El 16 de diciembre del mismo año venció por KO11 a Carl Daniels, en Filadelfia, recuperando el cinturón AMB. El 21 de agosto de 1996, en su única pelea del año, dejó el título en manos del francés Laurent Boudouani, perdiendo por KOT en el quinto, resignando una vez más su corona en Cannet-Rocheville. En 1997 ganó sus tres compromisos. Al concluir 1997 el ex campeón muestra un notable récord de 59 victorias, con 40 antes del límite y solamente 3 derrotas y ningún empate, totalizando 62 combates. Ha ganado 13 veces en la primera vuelta, marca que ningún pugilista consiguió entre los 20 que fueron campeones mundiales. (NdR: los datos estadísticos fueron tomados del libro “20 CAMPEONES Y UNA LEYENDA”, del reconocido periodista historiador de boxeo Julio Ernesto Vila, escrito en diciembre de 1997, en dos tomos.)
El duro exilio de “Mortadela” Rivera
  El entusiasmo y su pasión por el boxeo mantuvo viva la llama del retorno al ring de “Mortadela” Rivera. Entrenaba duro cuando se dedicaba a hacerlo, pero alternando esta tarea con algunos descansos prolongados, lo que lo fue llenando de grasa. Cumplida la sanción reglamentaria se aprestó a reaparecer ante su público. El 4 de enero de 1991, en el Delmi, volvió a cruzar las cuerdas para enfrentarse al sureño Bruno Godoy (73), lo más “liviano” y asequible que se podía encontrar cuatro años después de su obligado reposo. Rivera con un peso de 73,6 kilogramos, al igual que su contendor, habían entrado a militar ya en la categoría súper mediano. El salteño no era el mismo de sus comienzos y el público pronto se percató de sus limitaciones y de su seguro contraste. Esto culminó en el séptimo round, cuando “Mortadela” Rivera se lesionó el puño derecho, abandonando la pelea ante la evidente inferioridad. El boxeo quedó atrás y “Mortadela”, que era un gran animador de espectáculo, se dedicó a organizar “bailantas” convirtiéndose a la vez en una atracción cuando se introdujo en el rol de “transformista”.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Miguel Ángel “Puma” Arroyo (66,5) y Héctor Hugo Vilte (66)


  El viernes 30 de marzo de 1990 el estadio Delmi fue colmado por los amantes del boxeo. Esa noche dos figuras de mucho prestigio del deporte de los puños salteños se enfrentaban: Miguel Ángel “Puma” Arroyo (66,5) y Héctor Hugo Vilte (66), dos medio medianos de enorme arrastre. El “Puma” exponía por tercera vez su título de campeón sudamericano de la categoría, el mismo que le había arrebatado al chaqueño Ramón Abeldaño, al noquearlo en el octavo en el Luna Park porteño. El “Puma” Arroyo ganó por puntos al cabo de doce vueltas. Cuando se decretó la victoria de Arroyo, una multitud subió al ring a festejar con el campeón. Saltando todos, el piso del ring se hundió llevándose a los invasores, con protagonistas en general, al poco profundo foso. En ningún momento se percibió un asomo de tragedia, por el contrario, en las tribunas se aposentó la algarabía por el inusual suceso en un escenario boxístico y todos festejaban por igual riendo a rabiar. “Nunca li vito a tanto negro metío en un hoyo”, se despachaba un “colado” a la platea como sucede siempre. “El rin sia coquíao a todo lo negro junto”, en fin, expresiones festivas como estas brotaron por doquier. El “Puma” fue “izado” desde el fondo, pero ya no existía el ring y fue llevado a los vestuarios, hacia donde había partido, bien conocido el fallo, Vilte.

martes, 27 de marzo de 2012

El boxeo femenino en Salta


  La práctica del boxeo femenino apareció oficialmente en Salta, hacia finales de la década de 1980, en Pocitos o Salvador Mazza, fronterizo con el Yacuiba boliviano. Combatieron la “Justiciera de la Frontera” y la “Tigresa Cruel”. Hubo empate, gran recaudación y comentaban que las minas conocieron el “empatil” esa noche. En el mundillo del boxeo, es común ponerse los motes más rimbombantes, los cuales, no tiene otro propósito que el de amedrentar a los eventuales rivales. Ya hurgaremos el carcaj de esos apodos a su debido tiempo”.

YOUSOUF


  Por aquel lejano 1909 apareció un turco de físico descomunal, que se hacía llamar “Yousouf” y era campeón de lucha greco-romana. “Turco de 118 kilos, 23 años y lucía el traje nacional de sus antiguos compatriotas. Luchador de primer orden y grandes recursos, con gran experiencia, se enfrentaría en boxeo con el local de ocasión Arturo Godoy”, publicaba el diario El Cívico, aquel 24 de julio de 1909, miércoles, en el Teatro Victoria. No se consignó el resultado, pero que ganó el turco, es posta. Ah, aquel Arturo Godoy no era, de hecho, el púgil chileno que le ganó a la “sombra” de Luis Ángel Firpo. (Benjamín Figueroa (izquierda) con el griego Juan Dolin en el Teatro Victoria)

lunes, 26 de marzo de 2012

Capote Bermúdez, el primero


Capote Bermúdez, el primero. En estas épocas de boxeo de los barrios, de tremenda repercusión popular, es bueno recordar al primer representante de El Tribuno: “Capote” Bermúdez. El popular y simpático “Capote” era el cadete de la redacción y al anunciar su entrevero dentro de las doce cuerdas, en seguida brotaron voces de aliento de todos lados. Pronto surgieron los consejos: “Capote, hacelo quedá bien a todo nosotro”, “vo lo só el crédito il’diario”, y cuantos pro más. Llegado el momento, la victoria le abrió un panorama insospechado, y el “bien Capote”, retumbó por todos los rincones del diario. Capote proseguía siendo el chico dócil y bien educado, pese al éxito bajo las luces del ring. Mientras el campeonato cobraba un descomunal impulso por la tremenda puja barrial por ver ganar a sus “pollos”, Capote proseguía su camino exitoso eliminando contrincantes a fuerza de sus poderosos impactos con los que dormía a los pobres contrincantes. Contaba con nuestra complicidad en Deportes, donde lo hacíamos madrugar subiendo el San Bernardo corriendo, hachando gruesos troncos de quebracho y muchas labores más. Desde el borde del ring surgió, desde el segundo éxito, un hincha al que le sobraba garganta y entusiasmo: “Capota Bermuda, changuito i’mi vida, por fin Viya La Rosa lo va tenelo su Monzón, su campeón mundial, changuito ídolo mío”, le decía entre otras loas, alentándolo fervientemente su vecino “rosista” desde el borde del ring. “Ídolo mío, te lo vua seguilo a toda parte donde lo boxié”.

  Cada presentación de Capote, el pobre hincha hacía “capota” con sus elogios, los mismos que cosechaba en los talleres del diario: “Bien Capote, uté lo tiene que seguilo haciéndolo dormí mataco”, “tení que haceseló hociquíalo a lo negro uñudo eso”. El viejito proseguía loando a su pupilo, como siempre, pero se había puesto más cargoso y le gritó eufórico cuando Capote subía al ring: “Capota i’mi vida, mi campión il’mundo, cuando uté l’eponga en el Madison i’Nueva Yor, se lo vua pedilo que me lo yeve aunque lo sea dentro i’la valija p’alentalo, yo lo soy su suerte”. El quinto combate de Capote, ya en los umbrales de la ronda final, el “pollo” nos desaforó a todos, y al hincha rosista en mayor proporción quien consideraba que “el Luna Par loé un quioco pa uté”. Capote se retiró temprano del diario recibiendo el apoyo de toda la muchachada compañera de él con consejos: “Uté, duro a la cocina”, “tumbe siempre Capote”, “motreseló cruel y catigueló sin piedá a l’uña ese”, “hagaseló mordelo la cuerta di’un boyo”. Y todos sabemos que el hombre propone y el rival… dispone. “El boxeo loé el arte i’calzá y que no lo “calcen” a uno…”, repetía siempre el gran Urraca. Lo cierto es que esa noche el pobre Capote no las tenía todas consigo. Le había tocado de rival un negrito quiscudo, no solo hábil, sino veloz y escurridizo. La tribuna, como siempre, en seguida se dio vuelta como la Virginia en elecciones y alentaba al negrito gritándole “pegue y salga”, quien cumplía al pie de la letra el mandato de la “popu”. Capote permanecía tieso, parado con firmeza y en pose de noqueador, solo esperaba el momento de asestar uno de sus temibles impactos, pero el mismo no llegaba. El negrito colocaba varios golpes y se hacía humo. Y Capote seguía sin encontrarlo. “Capote, pediseló una foto al negro”, resumía la realidad de la situación sobre el ring. Al terminar el segundo round, las cosas pintaban muy fiera para Capote y para su hinchada seguidora, peor. Hasta que la luz llegó milagrosa y Capote dijo “éta loé la mía”. La cabeza del negrito se le puso a tiro Capote al hasta entonces gran favorito, y hacia la pensadora de su rival partió letal y asesina su izquierda en cross. El que se dobló al recibir el tremendo impacto, fue el árbitro. El negrito se había “borrado” y el pobre juez, para no erigirse en “carne de la tribuna”, haciendo promesas a la finada Viola logró sobrevivir a duras penas, hasta que sonó la campana. Bolsa de hielo en la zona hepática y el descanso se extendió a dos minutos. Al pobre negro que oficiaba de “tercer hombre” en el ring, le habían tocado el “Talón de Aquiles” que en la jerga popular no es otra cosa que  su “maltratado hígado”. En el tercer y último asalto la tribuna festejaba y le gritaba “che árbitro, cuidateló il’Capote”. Las ambiciones mundialistas del popular Capote se fueron en el último asalto y con ello las ambiciones neoyorquinas de su más tenaz seguidor. Capote no regresó más al diario y prefirió el oficio de cartero para “encontrarlo en la calle al negrito y ajusticiarlo”, después del papelón que lo hizo vivir esa noche aciaga para él en el recordado Salta Club. (Dibujo: “El golpe de Capote que nunca llegó”, de mi nieto Adrián Rojas Vitry, de siete años)

domingo, 25 de marzo de 2012


Pugilistas “made in Tribuno”

  ¿Se acuerdan del noqueador “CapoteBermúdez, o “Capota Bermuda” para su gran seguidor? Bien, pero Capote no fue el único representante de El Tribuno, en el Campeonato de Boxeo de los Barrios, que dio bastante que hablar en su época. Por los años 80 apareció otro pollo quien, con su decisión, volvió a calentar el entusiasmo. Y venía de los talleres del diario, reducto impregnado de rodillos y tinta, feudo del gordito Carmelo Sarapura (+). Para empezar, de entrada nomás, lo bautizaron de “locomotora”, no importa si a leña, petróleo o diesel, lo mismo iba a resultar incontenible. El “locomotora” era más morrudo que “Capote” y debió aterrizar entre los medianos. En seguida todos los talleristas y vecinos al sector, actuaron corporativamente. Formaron una comisión, designaron responsables y utede, que lo son i’deporte, lo tienen que conseguilo pilcha pal chango. No lo podimo mándalo al ring con el mameluco sucio i’grasa que lo tiene el mataco”. La historia continuó su curso. El gordito Carmelo Sarapura había sido designado  entrenador de “Locomotora”. Los días corrían y el entusiasmo no cedía: “Carmelo, ¿cómo lo anda el poyo?”, “Carmelito, etrenalo bien al chango, pa que lo yegue a punto, ¿qué no?”; “mirá que lo tenimo a Julio Vila, en la “Capi”, paque l’abra la puerta il’Luna Park”. La famosa comisión se había olvidado de formar un organismo de control, un centro coordinador, de manera que los esfuerzos andaban a la deriva. Un buen día, de esos aciagos para algunos, reventó la novedad. Manolo Eguizabal, el cantinero y “batidor” de cócteles, se presentó una tarde a deportes con la alcahuetería, vocineando: “Ché chango, como lo va selo boxeador ese Locomotora, si lo come como desocupao toda la noche”. Y como decía el Centurión, el “¡cáspita!” brotó otra vez alarmante. En seguida hubo llamado a asamblea, el diario atrasó su salida como consecuencia del escándalo y sentado sobre un rollo de papel, lo habían aposentado al gordo Carmelo, el entrenador de “locomotora”. Todos querían hablar a la vez, todos tenían algo que decir, acusar al gordo por haber destrozado los sueños de muchos; que los había defraudado, engañado y cuantos sinónimos más; por otro lado la mejor pilcha conseguida con los “mangazos” de Deportes. Después de agotado los argumentos acusatorios, ¡por fin!, le dieron la palabra al acusado. “A no calentaseló, muchacho. Utede me loan ordenao ponelo a punto, ¿sí, o no?; que lo yegue potente al ring, con fuerza pa noquealo a lo negro, haceseló clava l’uña a lo mataco, ¿qué no?, ¿ah? Bueno, lo primero qui loi hecho, loa sío aplicaseló el “tet i’Berhing”...  ¿Queee?, ¿cómo lo decí gordito?, ¿tet i’qué?, nosotro te lo mua dicho que l’entrení, no que tet...”, fue la respuesta del azorado grupo. “No tengo la culpa, el chango lo andaba falto di’oya y por eso li’yevao al bufé pa compensale la ausencia  i’víveres  il’coleto. ¿Ah, ah?, ¿que lo dicen ahora?, claro se lo cayan ¿qué no?, total el que lo garpaba l’era yo, ¿qué no?”, dijo agrandado Carmelo. “Como hacimo ahora si al poyo loa dejao gordo como “perro di´hotel”, como “gato i’modista”, ahora lo va tenelo que pelialo con Bonavena el uña por el peso que lo tiene”. El gordo Carmelo resultó despedido del cargo, por haber entrenado por la boca al locomotora, que para el caso había resultado un pupilo que no necesitaba mucho empuje para enfrentarse a las milanesas completas con cinco caballos encima, mientras el ring se alejaba de la escena.

sábado, 24 de marzo de 2012

El boxeo prohibido en Bs. As. en 1892


  El boxeo, fue prohibido en Buenos Aires, después de un festival celebrado en el Teatro Doria el 9 de septiembre de 1892, tras un combate calificado como una típica representación del “salvajismo”. En agosto de 1907 el intendente municipal don Enrique Frías lo autorizó de nuevo, de manera oficial. Mientras tanto se desarrollaba el “boxeo negro” a escondidas de la policía, especialmente en quintas aledañas a la Capital Federal, donde los uniformados no tenían acceso.

viernes, 23 de marzo de 2012

Tommy Hearns


  Tommy Hearns, de Estados Unidos, fue el primer pugilista en la historia del boxeo, en obtener cuatro títulos mundiales en diferentes categorías: welter, mediano junior, medio pesado y mediano, en éste orden. Se coronó monarca welter al noquear en el segundo a Pipino Cuevas, poniendo fin al exitoso ciclo del “azteca”. La última corona la logró el 27 de octubre de 1987, en Las Vegas, cuando noqueó en el cuarto asalto al argentino Juan “Martillo” Roldán.

jueves, 22 de marzo de 2012

Romano Boxing Club en 1930


  Por la década de 1930, el Romano Boxing Club había asentado sus reales en Catamarca 50 -antes ocupó el local de Zuviría 221-, donde se ofrecían grandes combates. Uno de los ídolos para los salteños jóvenes, en especial, era José Cávolo, conocido popularmente como “Tuturela”. A los 20 años le tocó el servicio militar en la Marina, desde donde regresó con el rango de “boxeador”. El 2 de octubre de 1937, derrotó por puntos a Rogelio Cativa, y el 30 del mismo mes, a Manuel “Ñato” Domínguez. Después perdería por nocaut técnico en el tercero con el tucumano Carlos Berta, para cerrar el año venciendo al “Ñato” Domínguez. “Tuturela”, ídolo en gestación, era alentado fervorosamente por el público, y desde las tribunas se cantaba: “Haga frío, haga calor / Tuturela será campeón”. Pero el tano “Tuturela” tenía una manía pérfida, era “gato” de cintos. Por las tardes concurría al río Arenales y se apoderaba de los cintos de la changada que disfrutaba del agua fresca. “Nadie se animaba con él, porque eras grandote. Le teníamos miedo”, contaba el desaparecido profesor José “Juanito” Fadel, recordado montañista y una de las víctimas del “gatillo” de cinturones. “No sabíamos dónde esconder la ropa, pero el Tuturela la encontraba igual”.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Recordando a Luis C. Larra


  Nueva Época, el martes 9 de enero de 1923, anunciaba el retiro del boxeo del sargento Luis C. Larra, primer boxeador en combatir por un título de campeón de Salta, resignando sus aspiraciones frente al experimentado mendocino Julián Vergara Zuloaga, que ganó éste por fuera de combate. Esta pelea se efectuó bajo las lonas “de un viejo circo”. Larra comunicó que dejaba la actividad, para para a ser parte de la Academia Luis Ángel Firpo. Larra había llegado a Salta en 1917 con el Regimiento 12 de Caballería y en marzo del mismo año (1923), se trasladó a Campo Los Andes, Mendoza. Gracias a él y a su compañero de armas Luis A. Barbalis, el boxeo salteño se cimentó en sus inicios. ¿Qué habrá sido de ellos?; vale la pena recordarlos a la distancia con cariño, por sus valiosos aportes al deporte de los puños en nuestro medio.

martes, 20 de marzo de 2012

Un desafío en privado.


Un desafío en privado. ¿Se trataba de un duelo personal a puñetazos, o un desafío amistoso entre dos amigos? El diario La Voz del Norte, en su edición del martes 29 de agosto de 1922, publicaba esta breve noticia: En privado. “El sábado 2 de septiembre (1922) se realizará un combate en privado a 4 rounds, de 3 minutos cada uno, entre los aficionados Hugo Cornejo (51 k.) y Arturo Figueroa Linares (80 k.). Pelea a la americana, con guantes de 4 onzas. La diferencia de kilos a favor de Figueroa Linares, será compensada con la gran acometividad de Cornejo”. El domingo 3 de septiembre el mismo diario titulaba la noticia: Ganó Cornejo. “El aficionado Hugo Cornejo venció por puntos a Arturo Figueroa Linares, al que derribó dos veces en el cuarto asalto, ganando con ello el combate”. Al parecer, los dos contendores se mostraron conformes con la experiencia, y a seguir viviendo. Al ser “privado” el choque, el “morochaje” o “uñaje” se quedó con las ganas de ver la pelea, aunque se había agolpado frente al edificio donde se efectuó el lance en buen número. Lo cierto, es que Hugo Cornejo era ya un conocido boxeador, de allí que el diario comentara como su virtud principal, “la gran acometividad de su boxeo”. El diario La Voz del Norte, anunciaba para el jueves 26 de octubre de 1922 el combate entre Hugo Cornejo (52 k.) y Miguel López (45 k.). El anuncio quedó en eso, ya que no se dio a conocer el resultado. El sábado 6 de enero de 1923 en el Teatro Victoria, la noche en que Benjamín Figueroa venció por abandono en el cuarto asalto al sargento del 12 Luis A. Barbalís, en uno de los combates preliminares tornó a aparecer Hugo Cornejo, venciendo por puntos a Arturo Toranzos. El 3 de marzo de este año, Hugo Cornejo le ganó por puntos ocho a Roberto Suárez en uno de los combates previos al estelar protagonizado por Benjamín Figueroa y Ángel Galtieri que finalizó sin decisión tras diez asaltos. Ya Cornejo, a la distancia de ocho rounds, era profesional. El 2 de junio se presentó brindando revancha a Roberto Suárez, empatando en 8 asaltos. En la pelea de fondo Benjamín Figueroa (63) sostuvo ocho asaltos fallado “sin decisión” con Juan Ángel Firpo (60). Los combates “sin decisión” equivalían a empate. A todo esto ya Hugo Cornejo era campeón salteño gallo y el sábado 29 de marzo de 1924 fue desafiado por el título por Silverio Bernal Herrera. Éste le indicó a Cornejo, que debía contestarle al Café Japonés. Desde esta publicación, los diarios en su espacio deportivo, jamás citaron a Hugo Cornejo. (Foto tomada en el Teatro Victoria en 1921. Benjamín Figueroa, con rancho de paja en las manos, rodeado de admiradores)

lunes, 12 de marzo de 2012

El “parejero del Comisario”


El “parejero del Comisario”

  “Cuando en la ciudad cordobesa de Río lV, el pugilista local Juan Salinas se impuso al campeón argentino welter junior Juan “Ardilla” Aranda, no sólo se apoderó del cinturón de campeón nacional, sino que también dio motivo para una viva polémica, que a la postre se cinvirtió en ácida opinión sobre el jurado y su fallo. Todos a favor de Salinas, los dos enviados de Buenos Aires, Garibotto y Galelli 118-117 y 120-119, respectivamente, y el riocuartense Mugnaini 117-116. Cada jurado, por un punto, sancionó el cambio de campeón. Nosotros lo habíamos visto ganar bien, muy bien al titular, tal vez en la mejor de los últimos tiempos… El público de Río lV, tras aplaudir a su boxeador, reconoció el despojo y solo escuchamos al salir del estadio y en la calle opiniones no muy cultas, como “Ganó el parejero del Comisario”, ¡Lo esquilmaron!… no había perdido Aranda” y “Lo robaron viejo, ¡lo robaron!...” y como no queremos ser más papistas que el Papa, estamos de acuerdo en que no perdió Aranda, cierto, fue un escamoteo… Más allá del fallo que nos pareció una barbaridad, como ya dijimos, nos ha quedado en cuanto a la ecuanimidad, o como dice el diccionario, la “imparcialidad serena de juicio”. (Jorge Mórtola, Crónica, Buenos Aires, abril 1971)

lunes, 5 de marzo de 2012

Historia de la categoria pesados en Salta


  “El reciente combate entre púgiles de la categoría pesados llevó a deportes del Diario de Salta a investigar si en el pasado nuestra provincia en general fue una plaza activa para esta división. Ello nos llevó a consultar al periodista e historiador Roberto G. Vitry, un hombre muy conocido por su extensa trayectoria deportivo–periodística”. Esto nos manifestó Vitry: “El boxeo profesional en Salta se inició en 1919 bajo la carpa de un circo, en Alberdi 450. El mendocino radicado en Salta, Julián Vergara Zuloaga, un pesoliviano, se enfrentó al sargento del ejército José Luis Larra, mediano neto. Solo existían por esos años los “desafíos”, sin importar mayormente los kilos de uno y otro.

  “Fue recién el sábado 21 de marzo de 1942, en el local de la Sociedad Sirio Libanesa, en calle San Martín, cuando el musculoso porteño Abel Cestac -que después combatió en Estados Unidos-, se enfrentó a un tal Tomás López “que viajaba en tren”, mientras Cestac se desplazaba en automóvil, “haciendo tongo los dos por el interior”, como decían en Buenos Aires. López, un súper centenario en kilos de grasa, era presentado sucesivamente como peruano, chileno, o de otra nación sudamericana. Cestac, por su parte, de casi un metro 90, acusaba 105 de pura fibra muscular, sorprendió al público con una demostración cabal de su estado atlético, al elevarse sobre las sogas y presentarse así ante el público. Ganó por nocaut en el segundo y ardió Troya. “El público en general solicitaba la devolución del dinero, mientras el boletero se encontraba en la tarea de contar el dinero y ante la presencia agresiva de los que reclamaban su dinero, se dijo “hay que salvá blatita baisano” y en menos de un suspiro, desapareció no dejando una moneda siquiera ni para la escoba, demostrando así su gran oficio de no soltar un “beso” o “mango”. Cestac y el boletero fueron las estrellas de la noche. El público destrozó todo lo que tenía a su alcance, en especial las sillas, tanto que después la “baisanada” no tenía como sentarse a jugar “loba” y menos dónde dejar los turbantes. Ello llevó a las autoridades de la Sirio a expulsar al boxeo de su feudo.

  “Desde entonces pasó a Necochea 731, local que fue bautizado con el pomposo nombre de Luna Park, al igual que el de Buenos Aires. Este nuevo recinto se vistió de gala la noche del sábado 7 de agosto de 1943 cuando se presentó el campeón argentino pesado Alberto Lovell (92,600) -campeón Olímpico en Los Ángeles, 1932-, quien noqueó en el octavo asalto al tucumano Antonio Francia (84,300). A esto se sumó una exhibición del pesado César Brión, de buena campaña en Estados Unidos en los años 50, frente a Agustín Cerroni el 19 de julio de 1952. Este breve panorama corresponde al campo rentado, pues en aficionados y en el Torneo de los Barrios, siempre hubo pesados. Los medio pesados si combatieron en Salta, aunque vale la pena destacar que, en su mayoría y por su estatura, no eran otra cosa que medianos gordos”.