Si hubo un torneo de boxeo que siempre contó
con la masiva adhesión popular, fueron los recordados Campeonatos de los Barrios, organizados por diario El Tribuno desde 1964 hasta la fecha.
Bien publicitado en sus páginas de deporte, desfilaron multitudes por sus
diferentes ediciones celebradas en el desaparecido Salta Club y el Delmi. Por
supuesto, los mismos dejaron un venero inagotable de anécdotas. En la última
edición realizada en el Delmi, la changada de Campo Quijano trajo “su pollo”, un mediano de apellido Espinosa, “bolita” él. Como siempre, nunca faltaban los “comedidos” o
“entrometidos” de siempre, para estos casos. El personaje de marras era un
entusiasta “puntero” de una barriada
vecina, cuya actividad había quedado vacante por haber sido eliminados todos
sus pupilos. Pero él, tenía que mostrarse en un rincón, encontrando siempre la
oportunidad de “figurar” como un miembro prominente de la colonia boxística
barrial. Esta vez “pescó” a los “quijanenses” para ofrecerles sus
experimentados servicios, y en la esquina “roja” del “bolita” logró aparecer una
vez más, para satisfacer su “ego”, la que sería también la última. En un
momento bajó la pequeña escalera y si dirigió a la mesa al costado del ring donde
me encontraba yo junto al anunciador, que no era otro que José Alejandro Rivera, popularmente conocido como “Mortadela”. El “comedido” me encaró,
pidiéndome que a su pupilo lo anunciara como “Rocky”, en clara alusión a Stallone,
astro del boxeo en las pantallas cinematográficas en esos momentos y que aun
siendo pura ficción, todos querían emular sus doradas hazañas sobre el ring.
Dio las gracias y retornó al rincón. Al “bolita” Espinosa no se le veía bien la
cara debido al cabezal negro que se la cubría. Espinosa esperaba nervioso,
chocando sus guantes como si aplaudiera, esperando el momento de su
presentación. Y éste llegó y cuando ello se produjo, el “bolita” Espinosa giró
sobre sí mismo y le clavó una mirada asesina al “comedido”, un morocho menudo
que usaba anteojos. La voz del presentador “Mortadela” restalló en el estadio cuando expresó: “en el rincón
rojo Juan “Diablada de Oruro”
Espinosa. El “comedido” esta vez no
usó la escalerita, pegó un atlético salto para desaparecer de la escena y tal
vez del estadio. El crédito de Quijano, que llegaba precedido de ser tremendo
noqueador, se diluyó y desde la tribuna llegaban voces de aliento: “Pelíalo Diablada, pelíalo, no le tenguí miedo”
y expresiones similares.
Pero en el “bolita” no había nada de Rocky, si mucho de Diablada porque cuando le quitaron el protector de la cabeza,
realmente no necesitaba ponerse las escalofriantes máscaras que portan los
miembros de la “Real Diablada”. Y
así pasó a la historia de los recuerdos para olvidar el mentado crédito de
Quijano, que se ganaba la vida como ayudante mecánico, pero los changos lo “engancharon” porque el orureño era “fisicudo y fuerte”, y le hicieron creer
con que eso bastaba para coronarse campeón.
El desfasaje de “mortadela”
“Mortadela” retornó a la platea bien bañado y perfumado cuando se le acercó
alguien y lo “empuó”, diciéndole que
el árbitro lo había hecho perder a propósito. El alcahuete le señaló donde
estaba sentado el pobre hombre, hacia allí partió y le aplicó un tremendo derechazo,
dejándolo nocaut. Injusta agresión y los uniformados procedieron a “encanarlo” como correspondía. Pero la
pregunta surgió sola entre los más avezados en estas cuestiones. Todos
concluyeron en que “Mortadela” aún
estaba bajo los efectos del “nocaut”
y comentaron después que recién recuperó la consciencia en la “canaria”,
ignorando por completo el hecho protagonizado. La Comisión Municipal de Box
actuó de oficio y le aplicó una dura sanción de cuatro años y un mes. Esto
significó lisa y llanamente su “retiro” del boxeo. En ese espacio de vacaciones
forzadas, colaboraba como anunciador en el Boxeo de los Barrios, y era quien
“bautizaba” a los boxeadores participantes como lo hizo con “Diablada de Oruro” Espinosa.
El ascendente Vázquez campeón mundial
El duro exilio de “Mortadela” Rivera
El entusiasmo y su pasión por el boxeo
mantuvo viva la llama del retorno al ring de “Mortadela” Rivera. Entrenaba duro cuando se dedicaba a hacerlo,
pero alternando esta tarea con algunos descansos prolongados, lo que lo fue
llenando de grasa. Cumplida la sanción reglamentaria se aprestó a reaparecer
ante su público. El 4 de enero de 1991, en el Delmi, volvió a cruzar las
cuerdas para enfrentarse al sureño Bruno
Godoy (73), lo más “liviano” y asequible que se podía encontrar cuatro años
después de su obligado reposo. Rivera con un peso de 73,6 kilogramos, al igual
que su contendor, habían entrado a militar ya en la categoría súper mediano. El
salteño no era el mismo de sus comienzos y el público pronto se percató de sus
limitaciones y de su seguro contraste. Esto culminó en el séptimo round, cuando
“Mortadela” Rivera se lesionó el puño derecho, abandonando la pelea ante la
evidente inferioridad. El boxeo quedó atrás y “Mortadela”, que era un gran
animador de espectáculo, se dedicó a organizar “bailantas” convirtiéndose a la
vez en una atracción cuando se introdujo en el rol de “transformista”.
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