El viernes 30 de marzo de 1990 el estadio
Delmi fue colmado por los amantes del boxeo. Esa noche dos figuras de mucho
prestigio del deporte de los puños salteños se enfrentaban: Miguel Ángel “Puma” Arroyo (66,5) y Héctor Hugo Vilte (66), dos medio
medianos de enorme arrastre. El “Puma” exponía por tercera vez su título de
campeón sudamericano de la categoría, el mismo que le había arrebatado al
chaqueño Ramón Abeldaño, al
noquearlo en el octavo en el Luna Park
porteño. El “Puma” Arroyo ganó por puntos al cabo de doce vueltas. Cuando se
decretó la victoria de Arroyo, una multitud subió al ring a festejar con el
campeón. Saltando todos, el piso del ring se hundió llevándose a los invasores,
con protagonistas en general, al poco profundo foso. En ningún momento se
percibió un asomo de tragedia, por el contrario, en las tribunas se aposentó la
algarabía por el inusual suceso en un escenario boxístico y todos festejaban
por igual riendo a rabiar. “Nunca li vito a tanto negro metío en un hoyo”, se
despachaba un “colado” a la platea como sucede siempre. “El rin sia coquíao a
todo lo negro junto”, en fin, expresiones festivas como estas brotaron por
doquier. El “Puma” fue “izado” desde el fondo, pero ya no existía el ring y fue
llevado a los vestuarios, hacia donde había partido, bien conocido el fallo,
Vilte.
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