
El jueves 27 de febrero de 1930, se efectuó
la mentada exhibición de boxeo, que conmocionó a la pequeña ciudad de Salta de
esos años. A las 5 de la tarde, no cabía un alfiler y la algarabía reinaba
entre los aficionados locales. El negro peruano Filiberto Pizarro era la estrella de la tarde entre los varones. El
zurdo boxeador que deleitaba al público antes de la pelea con sus festejados
bailes, se las vio primero con Silvano
Chávez Castellanos en tres round académicos, para hacer lo mismo en seguida
con Rosario Sanguedolce. Y llegando
el momento más esperado de la jornada, la peruanita inca se calzó los guantes
de seis onzas, mientras que a Filiberto, su “paisano”, le dieron unos grandotes
de “veinte” onzas y no faltó el negro ocioso y pícaro de los que abundan en
todas partes, con una “salteñada”: “negro
eso lo son lo almuadone il clú i’lo cholo”. La crónica expresa que en el
primer round “... Lía entró en juego y
atacó a su “rival” con una lluvia de
golpes de ambas manos, llegando todos a destino con bastante precisión. Fueron
dos round muy aplaudidos. Después Lía realizó un round de bolsa, cosechando
aplausos”.
“Y como dijo el opa Guarida, sobre el pucho
la escupida”. Para que la mujer salteña no quedase mal parada ante la apuesta
dama deportista peruana, saltó las cuerdas la salteña María Magdalena Arjona (esa que “apenita soy Arjona”), para desafiar a la visitante a un combate “a sangre”, como en los “encuentros” de
comparsas, donde la Arjona había participado en la de Campo Caseros, en el
papel de “cautiva”, pero que al
momento de los “encuentros”, los changos liberaban a la “originaria” y a
ponerse a salvo de ella. La exhibición femenina quedó convenida para el sábado
1º de marzo, dos días más tarde de la sensacional y aplaudida actuación de la
visitante. Y 80 años más tarde nos
preguntamos: ¿se habrá realizado?, ¿fue la Arjona la primera boxeadora salteña? Todo un
misterio, aunque por entonces valía la pena averiguar si la mentada Arjona era
casada, y si su esposo era el sparring. Eso de realizar en desafío “a sangre”, le devenía a la Arjonita,
dama representante de los “pueblos originarios”, por sangre, de hecho; muchos
de sus antepasados habían combatido fieramente a los “conquistadores”, aunque
vanamente, pues estos, como decía el famoso mestizo “Paladar Negro”, eran “invasore con “sombrero i’fierro y saco i’acero” y la flecha se lo doblaban”. Quienes
vieron la demostración técnica de la belleza inca, finalmente, dejaron de lado
a la Arjonita, sugiriéndole que vuelva a la cocina a “pelear” con los platos,
ollas, locro, mote, tamales, empanadas, guisadilla y otros manjares, y de paso,
a lavar ropa. El promotor o promotores -solemnes maestros del “empate” y soberbios mentirosos como
políticos hasta la actualidad-, ni bien lanzó el “desafío sangriento” la
Arjonita, la “serenaron” programándole la pelea para el sábado en que se
iniciaba marzo, el mes de los “Idus”, tan vieja costumbre ésta, que nadie supo
explicar jamás que significaba eso. Después aparecieron otros meses con “Idus”.
Entrevistada la “originaria Arjona” se expresó muy suelta de lengua: “yo al negro ese que loa pelíao con la mina
esa, lo sacudo en do patada y lo rámio i’la mecha por medio i’la siya. A esa
mina se l’hago abrilo l’uña bien lo suene la campana esa que utede se loan
choríao a lo cura l’iglesia”. Sabios los promotores-políticos de antaño, conocedores
del “uñaje” de toda laya, abrieron el
paragua antes de la lluvia, porque en una de esa la originaria Arjonita
“apenita”, podía incendiar la ciudad.
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