miércoles, 21 de diciembre de 2011

“El boxeo es pelea de mulatos y para mulatos”

  Amanecía el año 1927 y el día miércoles 5 de enero (Nueva Época), víspera de Reyes, Baltazar, el rey negro, ya les había dejado un hermoso “regalo” a los amantes del boxeo por anticipado. Ese día, un concejal, presentó un proyecto de ordenanza que consistía en “gravar en un 50% a los espectáculos”, porque “el boxeo es una pelea de mulatos y para mulatos”. Los primeros en reaccionar, fueron los promotores quienes, papeles en mano, demostraban que los festivales eran deficitarios. “Yo loi perdío cien mangos”, acotó uno. Otro tenía a los narices chatas en la puerta de su casa, haciendo “cola”, tratando estos de verles la “bombacha a la iguana”, tras aplicarles el letal “empatil” el promotor a los changos. Un cronista escribió: “y pensar que ese buen señor ha venido de tierras lejanas a cobijarse bajo el suelo de los mulatos, a los que pretende degradar...” En la historia del boxeo salteño se registran miles de anécdotas, siendo éste uno de los deportes que más alimentó las “comidillas” en boliches, bares y confiterías. Y para muestra... “al boxeo hay que ir con paragua o sentarse lejos de los rincones, porque los que atienden boxeadores les tiran baldes de agua que nos mojan a nosotros”. Pensar que en esos tiempos se ponía una lona sobre las tablas y nada más. ¿Fieltro?, ¡cápita!, ¿qué loé eso Carcaj?, manifetateló bien ¿querí?”, diría azorado Centurión, el que por esas cosas de la vida, bajó de la “popu” -donde entraba “colado”- a la primera fila del ring, con un secretario al lado que le sostenía el cenicero para su impresionante toscano. Cosas de la “diosa fortuna” cuando se enamora de alguien, como en este caso del mentado Centurión, el personaje que ganó el Prode “preñado” ocho veces, y eso le cambió la vida”.

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