“El boxeo es pelea de mulatos y para mulatos”
Amanecía el año 1927 y el día miércoles 5 de
enero (Nueva Época), víspera de
Reyes, Baltazar, el rey negro, ya les había dejado un hermoso “regalo” a los amantes del boxeo por
anticipado. Ese día, un concejal, presentó un proyecto de ordenanza que
consistía en “gravar en un 50% a los
espectáculos”, porque “el boxeo es
una pelea de mulatos y para mulatos”. Los primeros en reaccionar, fueron
los promotores quienes, papeles en mano, demostraban que los festivales eran
deficitarios. “Yo loi perdío cien mangos”,
acotó uno. Otro tenía a los narices chatas en la puerta de su casa, haciendo
“cola”, tratando estos de verles la “bombacha a la iguana”, tras aplicarles el
letal “empatil” el promotor a los
changos. Un cronista escribió: “y pensar
que ese buen señor ha venido de tierras lejanas a cobijarse bajo el suelo de
los mulatos, a los que pretende degradar...” En la historia del boxeo
salteño se registran miles de anécdotas, siendo éste uno de los deportes que
más alimentó las “comidillas” en boliches, bares y confiterías. Y para
muestra... “al boxeo hay que ir con
paragua o sentarse lejos de los rincones, porque los que atienden boxeadores
les tiran baldes de agua que nos mojan a nosotros”. Pensar que en esos
tiempos se ponía una lona sobre las tablas y nada más. “¿Fieltro?, ¡cápita!, ¿qué loé eso
Carcaj?, manifetateló bien ¿querí?”, diría azorado Centurión, el que por esas cosas de la vida, bajó de la “popu”
-donde entraba “colado”- a la primera fila del ring, con un secretario al lado
que le sostenía el cenicero para su impresionante toscano. Cosas de la “diosa
fortuna” cuando se enamora de alguien, como en este caso del mentado Centurión, el personaje que ganó el
Prode “preñado” ocho veces, y eso le
cambió la vida”.
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